Patricio Guzmán S.
Socialismo Revolucionario, CIT en Chile.
Un artículo de opinión de Jonathan Castro publicado en el Washington Post del 1 de junio de 2021 señala “Fujimori ha recibido el respaldo de líderes empresariales, de la mayoría de los partidos políticos, de políticos sin partidos, de ex opositores, de los Vargas Llosa, todos defensores del modelo económico actual. Ninguno de ellos le ha exigido que desista de su intención de indultar a su padre, el expresidente Alberto Fujimori, condenado a prisión por corrupción y por ser autor mediato de homicidio calificado en las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos.” Intentan posicionar el relato que la disputa es entre Comunismo y Democracia, no comprenden la profunda crisis de legitimidad de los políticos, y el significado que tiene la práctica desaparición del conjunto de los partidos tradicionales castigados por la población que no se siente conmovida por el relato de la supuesta Democracia que defendería Fujimori o la amenaza comunista que dicen que representa Castillo.
Lo que convoca a la gente es la exclusión social, la falta de empleo, la necesidad y el hambre, la incapacidad de las autoridades de responder a la pandemia de coronavirus que coloca a Perú en la vanguardia de países con el mayor número de muertos por Covid-19 en relación a su población. En Perú lo que está en cuestión es el régimen político y el modelo social y económico capitalista, la alta concentración económica en manos de una pequeña minoría y de multinacionales extranjeras, mientras la amplia mayoría de la población vive en la pobreza y la vulnerabilidad social.
El pasado 11 de abril se llevaron a cabo elecciones presidenciales, y congresales en el Perú. El próximo 6 de junio se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales entre las dos primeras mayorías relativas Pedro Castillo que obtuvo 18,92% y Keiko Fujimori con 13,41%.
Estas elecciones presidenciales se realizaron en Perú, en medio de la peor crisis política y económica en años; además con la pandemia de Covid-19 desbocada. A las elecciones concurrieron diez candidatos, la mayoría de los cuales obtuvieron porcentajes similares de votación.
La sorpresa de estas elecciones fue que la primera mayoría relativa resultó en favor de Pedro Castillo, maestro rural y líder sindical del gremio magisterial, quien había liderado en años pasados dos fuertes movimientos de huelga nacional de los profesores peruanos. Él es una persona que muestra una imagen honesta, de un hombre de pueblo, maestro abnegado de niños pobres, y vida rural, es la antípoda de las personalidades enriquecidas de la casta política detestadas por la mayoría. De allí la alta votación de una población harta de los políticos que tienen el sello de la corrupción y la incapacidad de solucionar los graves problemas sociales del Perú como su denominador común.
El profesor Castillo fue presentado como candidato presidencial por el partido Perú Libre, un partido político nacional relativamente pequeño, basada en las regiones postergadas del interior del país, que se declara socialista, marxista, leninista y mariateguista. El líder y fundador de Perú Libre, Vladimir Cerrón, es un médico neurocirujano brillante formado en Cuba con estudios posteriores de doctorado, quien resultó electo como gobernador en una provincia interior del Perú profundo en periodos pasados. Aunque él hubiera sido el aspirante natural del partido Perú Libre a la presidencia no pudo ser candidato a la presidencia porque lo sacaron del camino acusado de corrupción y le enviaron un tiempo a prisión, aunque eran acusaciones mañosas, en un país en que la casta política es muy venal, Cerrón quedó salpicado con la acusación y el periodo en que lo tuvieron preso aun cuando finalmente defendió su inocencia, y creyeron que le cerraron el camino al liderazgo político nacional. Pero Perú Libre presentó al profesor Pedro Castillo que resultó un mejor candidato a la vista de los resultados.
En el proceso electoral, Perú Libre, ha crecido como un nuevo partido de los trabajadores y el pueblo peruano de alcance nacional. El mapa de la representación política volverá a ser el mismo. Los de arriba están confusos y estupefactos mientras los de abajo se mueven golpeados por la enfermedad y la necesidad.
La pandemia del COVID-19 no sólo ha golpeado brutalmente al Perú, según los datos oficiales informados con manipulación a la baja Perú es el sexto país con más contagios del mundo, además las medidas para frenar la pandemia y la propia enfermedad han agudizado la informalidad laboral y económica que antes del virus ya afectaba al 73% de sus trabajadores y ahora puede estar bordeando el 90%. La informalidad general transforma cualquier medida de restricción del movimiento y de obligación de mantenerse en el domicilio en un imposible. La primera tarea de cualquier gobierno de trabajadores es tomar medidas para controlar la pandemia, un programa de urgencia sanitario y alimenticio que obligará a controlar las grandes empresas de producción y distribución de alimentos, así como el sistema hospitalario y de salud acompañado de una campaña masiva de vacunación urgente.
La situación en Perú es dramática por la pobreza extrema y las muertes por coronavirus. La pobreza, en verdad extrema pobreza, alcanza casi un tercio de la población que no puede solventar sus necesidades básicas, esta es la cifra oficial del Instituto de Estadística e Informática (INEI) del Estado peruano. Debido a la pandemia la cantidad de pobres ha abultado en 10 puntos adicionales esta estadística.
Decenas de miles abandonaron las ciudades para volver al campo donde no tenían que pagar alquiler y les resultaba más fácil conseguir algún alimento, con el fin del sueño que llevó a sus padres o abuelos en la mayor parte a asentarse en los barrios jóvenes, el cinturón de miseria que rodea las ciudades. Hoy son 10 millones de pobres en el país andino, eso según la información oficial del INEI. Por su parte Macroconsult, estima que actualmente un 24% de la población está sumida en la pobreza y un 33% se encuentra en situación vulnerable. Es decir, en total el 57% de peruanos está en condición precaria durante este año.
Para poder comer el pueblo respondió con la formación de miles de Ollas Comunes, en general organizadas por mujeres en los barrios carenciados. Las organizaciones de las ollas buscan donaciones de particulares y de los municipios, reúnen todos los alimentos que los participantes consiguen y así colectivamente se alimentan ellos y sus hijos. Lima fue la ciudad más afectada, se calcula que en la ciudad hay más de 2.000 ollas comunes que dan de comer a 220.000 personas. Estas ollas han salvado millares de personas de la inanición, también son una organización que ha construido un tejido social importante, una base potencial para un poder popular desde abajo. El gobierno en una muestra adicional de inoperancia y falta de voluntad reconoció tardíamente a las ollas comunes, las ayudas que les envía a través de las municipalidades ha sido insuficiente e irregular. Las organizadoras de las Ollas comunes han declarado que en algunos casos han recibido ayuda por dos meses solamente y después nunca más, no hay una supervisión y organización para esta ayuda.
Fallecimientos por la pandemia
El sistema hospitalario peruano no ha dado el ancho para la pandemia de coronavirus, desde la dictadura de Alberto Fujimori, el sistema público ha sido sistemáticamente castigado y subfinanciado. Incluso han carecido de oxígeno para los pacientes graves. Los propios familiares deben procurárselo en medio de la escasez y la falta de dinero de los hogares. Si algo ha demostrado la pandemia es la absoluta necesidad de mantener sistemas nacionales de salud pública robustos y el total fracaso de la priorización de la salud privada.
Ayer la vocera del gobierno peruano admitió que habían entregado información falsa sobre la cantidad de muertes por la pandemia, el verdadero número es 1,5 veces mayor a lo menos que lo que se había anunciado previamente, la nueva cifra oficial de muertos es de más de 180.000, en un país de menos de 33 millones de habitantes. Los números de fallecidos oficiales anterior al nuevo anunció por coronavirus en Perú, claramente no concordaban ya que bastaba comparar con el número de fallecidos el año anterior a la aparición de la pandemia, para comprender que estaban ocultando información. La realidad resulta brutal, las cifras trasparentadas finalmente muestran que en términos relativos a la población el Perú probablemente es el país con más muertos por Coronavirus del planeta.
Expectativas de resultados de la segunda vuelta presidencial
Las encuestas se equivocaron ampliamente en la primera vuelta de las elecciones y en los resultados de las elecciones al Congreso Nacional. Se muestran más como una herramienta de la disputa política de corto plazo que en estudios que den información seria. Ahora las encuestas dan ventaja a Pedro Castillo sobre su rival Keiko Fujimori, en algunos casos una pequeña ventaja, en otros sondeos una victoria más holgada, pero la incertidumbre es grande.
Keiko no va más
Keiko es la representación de la corrupción y la reacción. Su partido, hace suyo el legado de la dictadura de su padre que se encuentra en prisión por crímenes de lesa humanidad, miles de asesinatos, tortura y esterilizaciones forzadas contra mujeres indígenas. La subversión de Sendero Luminoso le sirvió de excusa durante su mandato para dar un autogolpe de Estado, convocar elecciones a un Congreso controlado por él, cambiar la Constitución, ganar un nuevo mandato presidencial por amplia mayoría para luego huir del país, ante las masivas protestas en su contra y renunciar por Fax desde Japón.
La propia Keiko Fujimori está procesada actualmente por corrupción y la Fiscalía Nacional pedía 30 años de prisión por la suma de los delitos de los que se le acusa. Para librarse de la cárcel necesita ganar a presidencia para tener inmunidad.
El 60% de los peruanos tiene una opinión negativa de la candidata. El movimiento “Keiko no va más” que fue muy activo en las pasadas elecciones presidenciales y al que ella acusa de ser una organización “ciber terrorista” responsable de su derrota, ha vuelto a resurgir con fuerza con agitación en las redes y marchas masivas en todas las ciudades del Perú. Estas movilizaciones muestran el amplio rechazo activo que genera la figura de Keiko Fujimori, la conformación de un movimiento en su contra indica que incluso si gana las elecciones ella estará confrontada con la oposición desde el comienzo. El gobierno Fujimorista sería una administración en crisis política y social permanente, que solo agravaría la ingobernabilidad que muestra la casta política. Hay que recordar que casi todos los ex presidentes desde Alberto Fujimori en adelante se encuentran presos, fugados de la justicia o muertos como fue el caso de Alan García que se suicidó de un tiro cuando lo fueron a detener bajo cargos de corrupción. Los últimos dos presidentes no pudieron terminar sus periodos cuando de acuerdo a la legislación peruana el Congreso declaró la vacancia de la presidencia.
La campaña de Keiko para la segunda vuelta basa su campaña en un anti comunista acusando por supuesto a Pedro Castillo de ser Comunista. No hay que desdeñar el peso de la campaña anti comunista en un país donde una fracción comunista maoísta ultraizquierdista alzada en armas protagonizó atentados brutales en lugares públicos y asesinatos de líderes sociales, indígenas e incluso bebes. La “guerra popular” de Sendero Luminosa sirvió de coartada perfecta pare el golpe de Estado de Fujimori, la corrupción a gran escala generalizada de su gobierno y los crímenes sistemáticos de los aparatos militares y policiales contra los luchadores sociales, jóvenes, mujeres indígenas a las que esterilizaron, y a guerrilleros.
Por su parte Castillo se defiende de la acusación de los fujimoristas con un discurso moderado, reivindicando el papel de la empresa privada en la economía e insiste en mostrarse simplemente popular y progresista, no socialista o comunista.
El triunfo del profesor Castillo puede abrir la grieta por la que un levantamiento popular desatado por la rabia y la desesperación incontenible derribe el dique del poder capitalista neoliberal, sobre el que un gobierno popular transformador puede apoyarse. Las políticas públicas socialistas, transformación social estructural, es la única salida para el desastre actual que vive el pueblo trabajador peruano y abrir un camino de esperanza para Perú y toda Sudamérica.
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