14 de abril de 2022
Tony Saunois, secretario del Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT)
[Imagen: Paul Mason, Periodista, escritor y cineasta, (Foto de Marc Vallée/marcvallee.co.uk) (c) Marc Vallée, 2019.]
La brutal guerra en Ucrania tras la invasión de Putin, como todas las guerras, ha planteado cuestiones cruciales para la clase obrera, de la manera más aguda.
La guerra y la revolución son las mayores pruebas para los marxistas y la clase obrera. Desgraciadamente, muchos socialistas, cuando se han enfrentado a cualquiera de estos dos procesos históricos cruciales, han fracasado en la prueba. Muchos abandonaron un programa independiente para la clase obrera y se hicieron eco de las ideas de la clase dominante. La respuesta de muchos en la izquierda a la actual guerra sangrienta que se libra en Ucrania no es diferente. Algunos han capitulado ante las presiones de la feroz propaganda ideológica elaborada por sus respectivas clases dominantes, y los reformistas, que no quieren desafiar al capitalismo. Este camino ha sido recorrido en muchas ocasiones históricamente por líderes «socialistas» que se mostraron incapaces de resistir las presiones oportunistas del capitalismo.
Así ocurrió en el período previo a la guerra mundial de 1914, cuando los dirigentes de los partidos socialdemócratas de masas de entonces traicionaron a la clase obrera y apoyaron a la burguesía en su propio país.
Otros, principalmente grupos pequeños, caen en la trampa del ultraizquierdismo burdo. Se limitan a repetir consignas de forma dogmática sin tener en cuenta la conciencia política de las masas. En consecuencia, son incapaces de entablar un diálogo con la clase obrera y de ganar el apoyo a un programa socialista revolucionario.
En las fases iniciales de muchas guerras, los que han sido capaces de mantener un programa socialista independiente de principios y explicarlo de una manera hábil que corresponde al estado de ánimo de la clase obrera son a menudo una pequeña minoría. Este fue el caso de la guerra de 1914-18, cuando los que se opusieron inicialmente quedaron reducidos a una minoría, y un pequeño puñado de ellos se reunió en la Conferencia de Zimmerwald en 1915. Incluso entre estas pequeñas fuerzas se produjeron escisiones y divisiones.
Al principio de cualquier guerra, es necesario que los socialistas revolucionarios naden contra la corriente. A menudo, las masas necesitan experimentar las sangrientas consecuencias de la guerra antes de que se aclaren las cuestiones centrales y los verdaderos intereses de clase de los implicados. Como dijo León Trotsky, «la guerra no comienza con la revolución, sino que termina con ella». Las guerras capitalistas plantean muchas cuestiones. Sin embargo, los antagonismos de clase subyacentes en la sociedad no se resuelven durante una guerra. Resurgen de manera más aguda y polarizada a medida que la guerra se prolonga.
La actual guerra en Ucrania, como todas las demás, ha generado mucha confusión y ha provocado debates y diferencias en la izquierda, incluida la extrema izquierda. En Alemania, el partido de izquierdas Die Linke se ha dividido entre los que apoyan en general la respuesta del gobierno alemán, aparte de su nuevo programa de rearme de 100.000 millones de euros, y los que son pacifistas o critican a las potencias occidentales y a la OTAN, pero son menos críticos con Putin. En Estados Unidos, el Comité Internacional de la Alianza Socialista Democrática (DSA) publicó inicialmente una declaración que condenaba la OTAN y el imperialismo estadounidense, de forma unilateral, y no abordaba el régimen de Putin y la invasión rusa. Esto llevó inicialmente a la suspensión del Comité Internacional del DSA y a un cambio de posición. En España, PODEMOS ha seguido mansamente la posición del gobierno español.
La izquierda «oficial», especialmente los antiguos partidos socialdemócratas, han seguido, en su mayoría, los pasos de los partidos obreros socialdemócratas de masas del pasado y han capitulado de forma oportunista ante las presiones y exigencias de las clases dominantes del imperialismo occidental. Otros, como los partidos comunistas de la India o Chile, han presentado críticas a la OTAN pero se han limitado a hacer llamamientos a la «paz» y a una «solución diplomática». Algunos pequeños grupos insignificantes, todavía increíblemente aferrados a la idea de que la Rusia capitalista de Putin, de alguna manera, todavía se parece a la antigua URSS, con su economía planificada nacionalizada gobernada por una burocracia bonapartista estalinista, se inclinan por apoyar a Rusia como medio de oposición al imperialismo occidental. Al parecer, la noticia del colapso de la antigua URSS y de la restauración capitalista en 1991/2 todavía no les ha llegado. El CIT comentará más adelante algunas de las ideas y programas defendidos por estas organizaciones.
En este artículo, nos concentraremos en los argumentos de Paul Mason, que es conocido en Gran Bretaña y tiene cierta audiencia a nivel internacional como representante de la «izquierda». Bajo la falsa bandera del «marxismo», intenta dar una cobertura de izquierda «teórica» a las políticas pro-capitalistas de gente como el líder del Partido Laborista británico, Sir Keir Starmer, o el líder del SPD alemán, Olaf Scholz. En sus escritos sobre esta guerra, Mason ha continuado su viaje político hacia la derecha, actuando como apologista de estos políticos pro-capitalistas.
El carácter de la guerra y la necesidad de un programa independiente
La tarea de los socialistas revolucionarios es comprender las fuerzas de clase que intervienen en cualquier guerra. También es necesario abogar por un programa independiente que responda a los intereses de la clase obrera en todos los países implicados. Las clases capitalistas de todos los países están motivadas por sus propios intereses económicos, políticos y estratégicos. No se preocupan por los intereses de la clase obrera ni de la masa de la población. La guerra actual en Ucrania, en este sentido, incluye todas estas características. Para la clase obrera, las guerras capitalistas no ofrecen ninguna solución ni camino a seguir. En todas las guerras hay agresores y defensores. Qué bando «empezó» la guerra y disparó primero no es la cuestión crucial para entender los intereses de clase implicados en el conflicto. La tarea de la clase obrera y de los marxistas es comprender la dinámica de clase y los intereses de las fuerzas implicadas y defender un programa que corresponda a los intereses de la clase obrera.
En el conflicto de Ucrania, hay muchos factores que deben ser considerados. Muchos de ellos, por desgracia, han sido ignorados o relegados a un segundo plano por la mayoría de los comentaristas capitalistas y algunos de la izquierda. Putin ha intervenido militarmente en Ucrania con el objetivo de ampliar la esfera de influencia de Rusia en la región y en el mundo. Está impulsado ideológicamente por el chovinismo de la Gran Rusia y el rechazo del derecho de Ucrania a existir como nación independiente. Su régimen es un bonapartismo autoritario, basado en una forma corrupta de capitalismo oligárquico.
Su avance en Ucrania forma parte de un intento de establecer una «nueva Rusia» -Novorossiya- para construir una mayor alianza de estados dominados por los rusos o de estados. Putin también está motivado por una oposición desesperada a la expansión de la OTAN hacia el este, que su régimen ve como una amenaza a la aspiración de construir la «Novorossiya» y a los intereses de la élite gobernante.
Las masas ucranianas están pagando un terrible precio en sangre como resultado de la invasión. Putin ha recurrido a las tácticas brutales desplegadas en Siria y la destrucción de Alepo o Grozny en Chechenia, en 1999, ya que sus fuerzas se han empantanado y se han enfrentado a más dificultades en el campo de batalla de las previstas. Como señaló Trotsky al analizar la invasión de Finlandia en 1939 «[cuando] la defensa de lo ‘propio’ de una invasión extranjera, o una ofensiva contra otro país está en juego, tiene una importancia inmensa y posiblemente decisiva para el estado de ánimo del ejército y de la nación». (La situación mundial y sus perspectivas, febrero de 1940).
Como dijo Robespierre, «a la gente no le gustan los misioneros con bayonetas». Putin subestimó la determinación y la firmeza de la mayoría de los ucranianos para resistir la intervención extranjera. Una fuerza militar muy superior y una tecnología desarrollada no son suficientes para asegurar una victoria rápida cuando se enfrenta a una población militar y civil que está decidida a resistir a un invasor extranjero.
Los socialistas revolucionarios apoyan plenamente el derecho de los trabajadores y el pueblo ucranianos a defenderse y luchar contra los invasores extranjeros. Sin embargo, el gobierno ucraniano es un régimen pro-capitalista respaldado por sus propios oligarcas.
Zelensky fue elegido con un programa para hacer frente a la corrupción y a los oligarcas y para negociar con las «repúblicas» separatistas pro-rusas de Donetsk y Luhansk. Sin embargo, desde que fue elegido, Zelensky no ha cumplido sus promesas.
Aunque el gobierno de Zelensky no es un régimen fascista, las fuerzas fascistas, como el batallón Azov, fueron incorporadas al ejército estatal. Desde 2014, el gobierno ha limitado severamente la enseñanza de lenguas minoritarias, como el ruso y el húngaro, en las escuelas e instituciones estatales. Estas medidas oprimieron a la población de etnia rusa y a otras, especialmente en Donetsk y Luhansk. En 2020, el gobierno de Zelensky introdujo algunas de las peores leyes antilaborales de cualquier país europeo, lo que provocó las protestas de organizaciones sindicales internacionales como la Unión Industrial Global.
La primera víctima de la guerra es la verdad. Las potencias imperialistas occidentales han respondido a esta crisis con una hipocresía sin límites. Sus fuerzas han aparecido unidas en torno a la OTAN para oponerse a la intervención militar rusa. Sin embargo, comienzan a abrirse divisiones entre estas potencias. Sus hipócritas denuncias de la brutalidad rusa, sin siquiera una nota a pie de página sobre las atrocidades que cometieron en Irak, Afganistán, Sarajevo y otros lugares, revelan el doble rasero del imperialismo occidental.
Las potencias imperialistas occidentales quieren frenar la expansión chovinista rusa, que perciben como una amenaza para sus diversos intereses. Rompieron los compromisos que contrajeron con los dirigentes de la antigua URSS y ampliaron la pertenencia a la OTAN hacia el este desde 1991; una medida que la camarilla de Putin en el poder en Rusia considera una amenaza para los intereses rusos.
Estos factores no son una justificación para la invasión de Ucrania por parte de Putin. Sin embargo, son importantes para llegar a un análisis correcto de los intereses de clase de las fuerzas implicadas.
La defensa de los derechos democráticos y nacionales del pueblo ucraniano no significa que todos los demás factores implicados en el conflicto puedan dejarse de lado sin más. Los socialistas revolucionarios tienen que defender un programa independiente que responda a los intereses de la clase obrera y de las masas de todos los países implicados en este conflicto. ¿Cuál es el programa socialista revolucionario necesario para una guerra de estas características?
Mason – ¿Marxismo o «Starmerismo»?
Paul Mason, el 12 de marzo, publicó un tratado «Ucrania: esbozos de una posición marxista». En febrero, publicó ‘Aprender a decir «Adiós a Lenin»‘.
Mason ha publicado anteriormente buen material atacando al capitalismo, aunque nunca con un programa para romper con el sistema de ganancias. En sus escritos sobre la guerra, Paul Mason no sólo ha continuado su viaje político hacia la derecha, sino que también ha repudiado a Lenin y ha argumentado un caso que es más «starmerismo» que marxismo.
Paul Mason construye algunos hombres de paja. Escribe: «Una vez que se puede aceptar que «la humanidad es una construcción social» y que «la historia es un proceso sin sujeto», se puede mirar a los civiles muertos en Mariupol y clasificarlos como «neonazis», se puede mirar a los movimientos de Europa del Este hacia la adhesión a la OTAN en la década de 1990 y llamarlo «cerco», se puede archivar toda una nación de 41 millones de personas bajo la categoría de «marionetas de Occidente»».
¿Quién ha argumentado esto? ¿Putin? Paul Mason no da ninguna fuente.
Oponerse a la intervención de Putin en Ucrania no significa que debamos cerrar los ojos a las consecuencias de la expansión de la OTAN hacia el este o al papel e intereses que persigue el imperialismo occidental. Pero entonces, Mason ve ahora a la OTAN bajo una luz bastante más aceptable (¡su membresía en el Partido Laborista está asegurada!) Paul Mason se jacta en ‘Twitter’ de haber sido parte de una lucha que «ganó decisivamente una batalla para mantener a los laboristas pro-Trident y pro-OTAN…» El viaje político de Mason hacia la derecha le ha llevado muy lejos de la versión sectaria del trotskismo, ‘Workers Power’, que defendía cuando era más joven.
Durante la guerra, una capa de la población de Ucrania y de Occidente tenía crecientes expectativas y esperanzas de que la OTAN pudiera proporcionar cierta protección y apoyo al pueblo ucraniano. Sin embargo, estas esperanzas están disminuyendo día a día, especialmente en Ucrania, ya que se considera que la OTAN no ha intervenido de forma decisiva.
A pesar de las ilusiones temporales que existen en la OTAN, los socialistas tienen la responsabilidad de explicar hábilmente la verdad y exponer la realidad de lo que representan estas instituciones. El carácter imperialista de la OTAN se mostró claramente en su intervención en los Balcanes en Kosovo en 1999 y en Libia en 2011. Las catastróficas consecuencias que siguieron ilustran la naturaleza de esta alianza militar de potencias capitalistas. La tolerancia de la OTAN a las intervenciones extranjeras de sus Estados miembros se muestra en su aceptación tácita del control turco de facto del norte de Chipre desde su invasión en 1974.
Mason nos dice que para aquellos que viven en países de la OTAN, o en estados alineados con la OTAN, «hay también una enorme oportunidad: rediseñar la OTAN como una alianza sólo defensiva… y democratizar las máquinas militares y de seguridad profesionales, dominadas por la derecha, de Occidente».
Mason no está solo en este sentido. La ‘Oficina de la Cuarta Internacional – antes Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional’ ha publicado una entrevista, sin comentarios, de un autoproclamado «anarcosindicalista» en Ucrania, que simplemente dice que unirse a la OTAN o a la UE y a los EEUU «no parece algo malo». ¡Difícilmente una posición que uno asociaría normalmente con el anarcosindicalismo!
Reformar la OTAN para que se convierta en un instrumento al servicio de los trabajadores es como instar a un dinosaurio carnívoro a convertirse en vegano de la noche a la mañana. ¿Cree Paul Mason en serio que estas instituciones burguesas -estructuradas y existentes para defender los intereses de los estados capitalistas- se dejarán reformar de manera que cambien su carácter? ¿Piensa realmente que las clases capitalistas dominantes permitirían que esto tuviera lugar?
De forma bastante destemplada, Paul Mason dice que «no deberíamos tolerar» la «retórica de disolver la OTAN que sale de los grupos campistas, estalinistas y directamente pro-CPC de la izquierda».
Los marxistas se oponen a la OTAN y a las alianzas militares capitalistas. ¿Disolverá la clase dominante la OTAN? No, las clases capitalistas no lo harán. Sin embargo, ¿rompería un gobierno socialista con la OTAN, una alianza militar reaccionaria y capitalista dominada por el imperialismo estadounidense? Seguramente sí, si no fuera expulsado de la OTAN antes de poder hacerlo. La idea de reformar esas instituciones a la que aspira Mason es una quimera.
Esto no es equiparable a las ideas de los «campistas» a los que se refiere Mason, aquellos que defendían acríticamente a la antigua URSS. El término campistas fue desarrollado originalmente por algunas agrupaciones que sostenían erróneamente que la antigua URSS era «capitalista de Estado» (diferente del capitalismo mafioso que gobierna Putin hoy en día). Rechazaban los «dos campos» del capitalismo en Occidente y el «capitalismo de Estado» de la URSS (que, según ellos, no eran fundamentalmente diferentes). El CIT se opuso a estas ideas, en su momento.
Mason refleja las contorsiones políticas emprendidas por muchos comentaristas de la «izquierda» durante este conflicto. Ucrania, dice, está luchando una guerra legítima de autodefensa contra una guerra de agresión. El marxismo genuino sostiene que el pueblo ucraniano tiene un derecho incuestionable a defenderse y su derecho a existir como nación independiente.
Pero, ¿qué conclusión saca de esto Mason, que nunca ha comprendido el marxismo de forma redonda? Lo que hace es totalmente ajeno a Marx. Propone un «programa» desprovisto de todo contenido de clase. Exige a la izquierda que «apoye a Ucrania» y que exija a «sus gobiernos» que envíen armas a Ucrania, que apoyen el alivio de la deuda y que apoyen el llamamiento a «voluntarios internacionales». Sin embargo, para los marxistas, ¡los gobiernos capitalistas de Occidente no son «nuestros» gobiernos! El método de Mason significa prestar apoyo involuntario, por ejemplo, a Johnson en Gran Bretaña o al gobierno polaco.
¿Apoyar a Ucrania? Pero la pregunta es ¿qué Ucrania? Debido a la guerra, Zelensky es extremadamente popular en Occidente, en este momento, y en Ucrania. Las supuestas revelaciones de las atrocidades rusas han aumentado sin duda su popularidad. Dentro de Ucrania, existe sin duda un sentimiento de «unidad nacional» entre gran parte de la población. Esto significa que los socialistas de ese país tendrían que presentar un programa independiente con sensibilidad y habilidad. Sin embargo, sigue siendo necesario explicar que no apoyamos a la Ucrania de los oligarcas y al gobierno pro-capitalista de Zelensky, y advertimos de ello.
Los socialistas revolucionarios apoyan plenamente el derecho del pueblo ucraniano a defenderse y luchar contra la invasión rusa y cualquier amenaza de limpieza étnica. Es necesario plantear la necesidad de construir milicias armadas de defensa dirigidas democráticamente por los trabajadores ucranianos y la población en general. Hay que advertir que no hay que confiar en el régimen derechista de Zelensky y advertir a las masas que no hay que confiar en su gobierno ni en los oligarcas. Esto debe contraponerse a lo que Zelensky hizo inicialmente antes de la guerra al permitir que el fascista Batallón Azov formara oficialmente su propia unidad como parte del ejército de Ucrania. Estas fuerzas, y el Estado ucraniano, se volverán contra los trabajadores ucranianos si empiezan a construir sus propios sindicatos y organizaciones independientes. Este es el mismo gobierno que ya ha llevado a cabo la privatización y ha atacado los derechos democráticos de los trabajadores ucranianos.
Mason añade una nota a pie de página que espera que le saque del gancho pro-OTAN del que se ha colgado. Dice que su enfoque no significa «apoyar acríticamente [énfasis mío – TS] al gobierno de Zelensky, ni su estrategia de privatización, ni sus alianzas con los oligarcas ucranianos, ni sus leyes antidemocráticas».
Mason también incluye el llamamiento a convertir la resistencia en un movimiento por la justicia social. Así, acepta que hay un problema con el gobierno de Zelensky. ¡Bravo! Pero, en realidad, Paul Mason quiere silenciar cualquier crítica al gobierno de Zelensky o al menos posponerla, hasta después de la guerra.
Pero los socialistas tienen la responsabilidad de decir la verdad y advertir de antemano sobre el carácter del gobierno de Zelensky o de cualquier gobierno capitalista.
¿Adiós a Lenin?
Mason dice «adiós a Lenin» y en una floritura de asideros sarcásticos argumenta: «Podemos quedarnos de brazos cruzados citando a Lenin, o podemos aceptar la naturaleza sistémica del conflicto y tomar partido en él…»
La verdad es que Paul Mason se despidió de Lenin hace mucho tiempo. Ahora quizás Mason se esté despidiendo definitivamente. Pero, ¿cuál es el contenido de su despedida?
Putin también ha repudiado a Lenin. En particular, Putin denunció al líder socialista revolucionario por la posición que Lenin defendió en la «cuestión ucraniana» y por «haber hecho nacer a Ucrania» como nación.
¿Quiere Mason decir «adiós» a la defensa intransigente de Lenin del derecho de las naciones a la autodeterminación? Mason elude incluso mencionar lo que Lenin y los bolcheviques hicieron en relación con Ucrania después de la revolución socialista de 1917. Fueron Lenin y los bolcheviques quienes defendieron el derecho de las naciones a la autodeterminación, incluida Ucrania, en oposición al chovinismo gran ruso. Fueron Lenin y los bolcheviques los que no se quedaron de brazos cruzados, sino que se aseguraron de que este derecho se aplicara después de la revolución, en 1919. Incluso el portavoz del capitalismo británico, el Financial Times, se vio obligado recientemente a reconocer este hecho.
A este respecto, Lenin escribió: «Queremos una unión voluntaria de naciones -una unión que excluya toda coacción de una nación por otra-, una unión fundada en la confianza total, en el claro reconocimiento de la unidad fraternal, en el consentimiento absolutamente voluntario… sólo los propios obreros y campesinos ucranianos pueden decidir y decidirán en su Congreso de Soviets de toda Ucrania si ésta se amalgama con Rusia, o si sigue siendo una república separada e independiente, y en este último caso, qué vínculos federales se establecerán entre esa república y Rusia». (Lenin, Carta a los obreros y campesinos de Ucrania, diciembre de 1919).
La aceptación del derecho de autodeterminación de Ucrania por parte del gobierno soviético en Rusia dio lugar a un acercamiento de las clases trabajadoras ucranianas y rusas. Comenzó a romperse el recelo que existía debido a la opresión del chovinismo gran ruso bajo la Rusia zarista. Sin embargo, la contrarrevolución política de la burocracia estalinista, con los métodos chovinistas y burocráticos de la camarilla en torno a Stalin, invirtió este proceso. Condujo a un aumento de la sospecha y la hostilidad hacia el régimen burocrático del Kremlin bajo Stalin. Ucrania, donde la Oposición de Izquierda gozaba de un apoyo considerable, sufrió algunas de las peores purgas de Stalin. Millones de personas murieron tras sufrir persecución, colectivización forzada y hambre. Esto dejó una terrible cicatriz en la mente del pueblo ucraniano. El cambio de la situación bajo Stalin llevó a Trotsky, en 1939, a abogar por una Ucrania socialista independiente, como parte de la lucha para derrocar a la burocracia estalinista y restablecer una democracia obrera.
En su artículo «Ucrania: Esbozos de una posición marxista», Paul Mason no dice nada sobre el contexto histórico de la cuestión nacional en Ucrania (aunque es rico en lecciones para el conflicto de hoy). Mason no tiene nada que decir sobre otro aspecto de la situación actual: los derechos democráticos de la población de etnia rusa, que se concentra mayoritariamente en el este del país, y de otras minorías.
El conflicto en las autoproclamadas «Repúblicas Populares» de Donetsk y Luhansk se ha cobrado más de 15.000 vidas desde que los combatientes separatistas respaldados por Rusia se apoderaron de edificios gubernamentales en 2014, y los combates estallaron entre las fuerzas militares de Donetsk y Luhansk y las milicias ucranianas nacionalistas de extrema derecha y las fuerzas estatales ucranianas.
Las etnias rusas de toda Ucrania sufrieron la represión de los nacionalistas ucranianos, incluido el recorte de sus derechos lingüísticos. Los pueblos de estas zonas también han sido utilizados como peones por Putin en su objetivo estratégico de establecer y expandir la Novorossiya.
Las fuerzas nacionalistas que dominan estas zonas, principalmente de carácter reaccionario de derechas, explotaron las aspiraciones de los rusos étnicos que habían sufrido la opresión y la discriminación de los regímenes nacionalistas ucranianos de Kiev. A su vez, también fueron manipulados por el régimen de Putin en Rusia.
Ninguna de las fuerzas implicadas ha permitido poner a prueba de forma democrática las aspiraciones de la población de estas zonas. Sin duda, algunos aspiran a la independencia, con vínculos con Rusia, otros a formar parte de Rusia, mientras que algunos posiblemente deseen permanecer dentro de Ucrania. Desde 2014, se han producido escisiones y divisiones entre las fuerzas nacionalistas de Donetsk y Luhansk y la región y Moscú. Al parecer, en ciudades cruciales como Kharkiv, existía en 2014 una mayoría de sentimientos étnicos rusos a favor de la independencia o de la adhesión a la Federación Rusa. Las acciones y los sentimientos antirrusos del régimen ucraniano alimentaron la inseguridad que sentían los rusos étnicos y aumentaron el apetito por la independencia o la incorporación a Rusia. Sin embargo, la situación actual no es clara y se han producido cambios demográficos en la población en el período previo al conflicto actual.
Sin embargo, los habitantes de estas zonas también tienen el derecho democrático de decidir su futuro y la forma de Estado o statelet que desean establecer, libres de las bayonetas de la Rusia de Putin o de las reaccionarias fuerzas nacionalistas ucranianas de derechas de Zelensky.
El silencio sobre estas cuestiones no es un programa para los marxistas.
Una caracterización confusa de la guerra
El análisis embrollado de «Esbozo de una posición marxista» se revela en la caracterización de la guerra que hace Paul Mason. Concede amablemente que «hay un aspecto interimperialista en esta guerra…» pero continúa diciendo que «es secundario con respecto al conflicto sistémico general del que forma parte». Es, según Mason, un conflicto «sistémico» entre dos dictaduras capitalistas aliadas [Rusia y China] y el Occidente democrático liberal.
¿Un conflicto sistémico? Pero todas las fuerzas implicadas son capitalistas, aunque de diferentes formas. Son formas diferentes de regímenes capitalistas, sí, pero ambos forman parte de un sistema capitalista. El régimen de Putin es un régimen brutalmente autoritario de carácter mafioso, que preside oligarcas capitalistas. Otra potencia mundial con un gran interés en la guerra, China, bajo Xi, es un régimen dictatorial vicioso, que gobierna una forma particular de capitalismo de Estado. Ambos regímenes, sin embargo, son capitalistas, como sistema económico y social.
En cuanto al capitalismo occidental, ¿qué dice Mason? Acepta que no está grabado en piedra que seguirá siendo para siempre «democrático liberal». Pero nos dice que es lo que es, aparte de los «extremos» de Trump, Zemmour y Orban.
Además, las «élites políticas y económicas occidentales expresan una preferencia activa y un apego al estado de derecho, la ciencia, el proceso democrático y los derechos humanos universales.» Mason realmente está tratando de demostrar su aceptabilidad a la sociedad burguesa haciendo tales afirmaciones falsas. Los marxistas defienden todos los derechos democráticos por los que ha luchado y conquistado el pueblo trabajador. Sin embargo, los derechos democráticos y los derechos humanos bajo el capitalismo son cuestiones relativas. Los derechos conquistados por la clase obrera y las masas serán, y han sido, arrebatados por la clase dominante en caso de que sus intereses o su sistema sean desafiados de forma decisiva.
La defensa que hace Mason del Occidente «liberal» se escribe en un momento en que los derechos democráticos a nivel mundial están siendo infringidos, restringidos y, en algunos casos, eliminados, incluso en las principales potencias imperialistas occidentales. En todas partes se están introduciendo más medidas autoritarias y antidemocráticas. El ex primer ministro tory de Gran Bretaña, David Cameron, se jactó de que iba a acabar con la «cultura de los derechos humanos».
¿Acaso los gobiernos capitalistas de Estados Unidos, Gran Bretaña y las demás potencias occidentales no están plagados de corrupción sistémica? ¿Se respetaron los derechos humanos universales y el Estado de Derecho en Irak, Afganistán, Libia o en cualquier otro lugar? ¿Respetó el imperialismo estadounidense los derechos democráticos cuando apoyó los intentos de golpe de Estado para derrocar a Chávez y Maduro en Venezuela, como hizo en toda América Latina en los años 70 y 80? Cuando su sistema, o sus intereses decisivos, se ven amenazados, las élites económicas y políticas gobernantes de las potencias occidentales están muy dispuestas a abandonar su pretensión de defender los derechos democráticos.
Mason continúa su periplo político con la asombrosa afirmación, en tuits y otros medios, de que las potencias imperialistas occidentales de EE.UU. y Europa son Estados «ex imperialistas».
Es cierto que el imperialismo no es el mismo hoy que hace 100 años. Los antiguos «imperios», con colonias formales gobernadas por Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Bélgica, etc., no existen como en el pasado. Sin embargo, esto no significa que estas potencias, así como Estados Unidos y otras, no sean imperialistas.
La afirmación superficial de Mason se produce en un momento de la historia en el que el imperialismo alemán, bajo el liderazgo del Partido Socialdemócrata, acaba de votar un presupuesto masivo de armamento militar para formar la mayor maquinaria militar de la UE, rompiendo así con una política que ha perdurado desde 1945.
Además, Maon parece insinuar que el proceso de globalización ha acabado con el imperialismo en Occidente, en un momento en que la globalización ha estado en retroceso.
La teoría de la «guerra justa
A continuación, Mason introduce en el argumento su errónea «‘teoría de la guerra justa’ dentro del marxismo». Invoca erróneamente acontecimientos históricos cruciales, de una época histórica totalmente diferente, para justificar esta posición.
Marx y la Primera Internacional, dice Mason, se convirtieron en los principales organizadores de la República Francesa en guerra con Prusia después de septiembre de 1870, y apoyaron al bando de la Unión en la guerra civil estadounidense. Sin embargo, ningún ejemplo es comparable ni exacto. En aquella época se planteaba el desarrollo del capitalismo y la unificación del Estado-nación, para sustituir los sistemas feudales o semifeudales. Esto no es aplicable a la Ucrania de hoy.
Incluso en esa época, Marx siempre destacó la necesidad de que la clase obrera mantuviera una posición independiente, con su propio programa. Marx y la Primera Internacional se opusieron inicialmente a la guerra franco-prusiana, cuando el emperador francés, Napoleón III, atacó a Prusia en un intento de reafirmar la influencia francesa en Europa, que había sido debilitada por Prusia. Prusia, argumentó Marx, estaba en ese momento llevando a cabo una lucha defensiva. Sin embargo, los acontecimientos cambiaron cuando el ejército francés se derrumbó y las fuerzas prusianas avanzaron en Francia y sitiaron París. Fue durante estos acontecimientos cuando estalló la Comuna de París. Fueron los comuneros a los que Marx apoyó frente a la agresión prusiana y a la feroz contrarrevolución llevada a cabo por la clase dominante de Francia. Mason ni siquiera menciona la Comuna de París cuando arrastra estos acontecimientos históricos al actual conflicto en Ucrania.
Marx consideraba la Guerra Civil estadounidense como una guerra revolucionaria entre dos sistemas sociales: el capitalismo emergente, en el norte, y los estados esclavistas en el sur. Consideraba que una victoria del norte era el mejor resultado. Este desarrollo daría lugar al fortalecimiento de la clase obrera y a la perspectiva de la intensificación de la lucha entre la clase obrera estadounidense y el capitalismo. Marx apoyó la victoria de Lincoln en las elecciones presidenciales, pero esto no impidió que Marx adoptara una posición independiente, que incluía una fuerte crítica a Lincoln.
El embrollo continúa en la «teoría de la guerra justa» cuando nos dice Mason que reapareció durante el período del Frente Popular en los años 30, y en Gran Bretaña, en 1939, cuando la mayoría de la gente «se dio cuenta de que tenía un interés en la victoria de las democracias sobre el fascismo».
Lo que se omite en el argumento presentado por Paul Mason es la diferencia entre oponerse al fascismo (o a la intervención militar reaccionaria) y no tener confianza en los políticos burgueses y las élites gobernantes, y también defender la necesidad de que la clase obrera y las masas adopten un programa y una lucha independientes.
Los Frentes Populares de los años 30, impulsados por una política de apaciguamiento de los sectores «democráticos» de la clase capitalista y de freno a la revolución social, fueron todos derrotados sangrientamente, con la excepción de Francia, como consecuencia de la falta de partidos revolucionarios de masas con un programa obrero independiente.
La guerra mundial de 1939-45 fue percibida de forma diferente al conflicto de 1914-18 entre las masas de los países de las potencias aliadas. Trotsky argumentó que era necesario que los socialistas revolucionarios tuvieran esto en cuenta en su propaganda durante la guerra, una política que desarrolló el Partido Comunista Revolucionario en Gran Bretaña, en particular. Sin embargo, esto no significaba depositar la confianza en el gobierno de Churchill o silenciar sus críticas. Significaba oponerse a su programa y a la conducción de la guerra, de una manera hábil, que correspondía a las demandas y necesidades de la clase obrera. En este contexto, cuando la invasión militar alemana estaba amenazada, la demanda de formar fuerzas de defensa democráticas tuvo un gran eco para los trotskistas en Gran Bretaña. El gobierno de la época se vio obligado a asumirla de forma distorsionada y formó la Home Guard.
Un programa socialista por el que luchar
La necesidad de un programa socialista revolucionario en una situación de guerra es crucial para evitar el escollo de capitular ante las presiones oportunistas de los representantes del capitalismo y los estados de ánimo episódicos que pueden desarrollarse. En cualquier guerra, se desarrollará un sentimiento comprensible para oponerse a la guerra y exigir la paz. Este es el caso del conflicto de Ucrania. Sin embargo, las guerras se libran por razones que reflejan los intereses políticos, económicos y estratégicos de las diferentes fuerzas y clases implicadas. Como marxistas, uno de nuestros papeles es exponer cuáles son éstos en términos de clase.
El deseo de paz y de una solución «diplomática» no es suficiente para tratar las causas profundas de la guerra. Es necesario confrontar las causas y los intereses de las potencias implicadas en cualquier conflicto. El deseo de «paz» y de poner fin a la pesadilla de este conflicto es comprensible, pero por sí solo no es suficiente. Algunos en la izquierda se han limitado a articular esta aspiración pero sin abordar la realidad de los intereses de las fuerzas implicadas en el conflicto. Los Socialistas Democráticos de América (DSA), después de haber oscilado durante la crisis de Ucrania sobre qué posición adoptar, el 26 de febrero de 2022 emitieron una declaración condenando la intervención rusa y exigiendo: «diplomacia inmediata y desescalada para resolver la crisis». La declaración del DSA continuaba afirmando que la invasión rusa es «ilegal según la Carta de las Naciones Unidas…»
Los diplomáticos capitalistas reflejan los intereses de la clase dominante de cada país, no los de la clase obrera y la masa de la población. No están motivados por la necesidad de defender los intereses de la clase trabajadora en todos los países, sino de los gobernantes.
Las Naciones Unidas son un organismo intergubernamental. Está dominada principalmente por los intereses de EEUU y del imperialismo occidental. Si los EE.UU. y el imperialismo occidental no consiguen la mayoría que necesitan en la ONU, se limitan a dejarla de lado. A las clases o regímenes dominantes no les preocupa la legalidad de la ONU o de la burguesía cuando entra en conflicto con sus propios intereses percibidos. La «legalidad» de la ONU no significó nada para Bush y Blair cuando arrasaron Bagdad. No significó nada para Putin cuando sus fuerzas entraron en Ucrania.
Cualquier acuerdo que finalmente se alcance entre Rusia y Ucrania no resolverá el conflicto, especialmente en la zona del Donbass y el este de Ucrania, en general. Cualquier acuerdo sobre el papel, como ilustran los Acuerdos de Minsk de 2014, no resolverá el conflicto sobre el terreno ni las causas subyacentes del mismo. Sobre la base de la continuación del capitalismo oligárquico de Putin y Zelensky en Rusia y Ucrania, y el papel de la OTAN y el imperialismo occidental, no habrá una solución real y a largo plazo para la crisis.
El resultado de la guerra en Ucrania es incierto en este momento. Sin embargo, cualquiera que sea el resultado final, no resolverá la causa subyacente del conflicto. La defensa de un programa socialista revolucionario independiente es esencial para empezar a trazar un camino para los trabajadores de Ucrania y Rusia.
Dicho programa debe incluir lo siguiente:
- Detener la guerra inmediatamente y retirar las tropas rusas de Ucrania
- Por una defensa armada de trabajadores y unificada bajo control democrático en Ucrania.
- Por la construcción de organizaciones obreras, sindicatos y partidos políticos independientes en Ucrania y Rusia.
- Por plenos derechos democráticos tanto en Rusia como en Ucrania: libertad de reunión, prensa libre, derecho a formar sindicatos independientes, partidos políticos y la liberación de todos los presos políticos.
- Por un gobierno democrático de los trabajadores en Ucrania.
- Abajo el régimen de Putin y por un gobierno democrático de trabajadores.
- Por los derechos democráticos del pueblo ucraniano a mantener su nación Defender el derecho de autodeterminación de los rusos étnicos y de todas las minorías nacionales. Plenos derechos lingüísticos y culturales para los ucranianos, los rusos y otras minorías.
- No confiar en las potencias occidentales ni en sus alianzas militares, incluida la OTAN.
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